Hace tiempo que se evidencian los beneficios de combinar los estudios históricos de las obras de arte con los análisis científicos. Adentrarse en la obra más allá de lo que se percibe a simple vista (con reflectografía, radiografía, luz ultravioleta o análisis químicos) es realmente útil para profundizar en el conocimiento de los objetos -con sorpresas incluidas-, recoger datos sobre la forma de trabajar del creador, percibir las diferentes intervenciones o ayudar a afrontar la conservación y restauración.
Son herramientas al servicio de los investigadores que permiten avanzar en el acercamiento material a la obra, siempre que se usen de manera metódica y estén bien definidos los objetivos que se quieren conseguir.